lunes, 9 de mayo de 2011

El cielo estaba nublado de hace ya bastantes días atrás, de vez en cuando la lluvia se hacía participe de los grises días, no quería quedarse atrás mirando como su amiga nube le quitaba el protagonismo y quería ganarle a los granizos en la participación. Esperen, ¿Qué estoy haciendo? ¿Hablando del clima? Solté una pequeña carcajada, algo bastante parecido a una risa, algo que desde hace dos semanas ya no se escuchan de mi parte.
— Maddie, Maddie
Desperté de mis pensamientos sobre el clima y mire a Mary que movía su mano frente a mi cabeza tratando de que despertara, cosa que logro.
— ¿Qué?, ¿Qué pasa? — la miré asustada
— ¿Sigues preocupada?
Genial, por unos dos segundos se me había olvidado todo el problema que tenía en mi vida, el problema que pronto debía enfrentar pero que con lo cobarde que era no podía aun.
— No — Mary rodó los ojos, era obvio que no me creía, me conocía mejor que yo misma, sabía que mentía
— Maddie, tarde o temprano todos se van a enterar, tienes que enfrentar los problemas y decirle a tus padres lo que estas viviendo — suspiré al escuchar las palabras de Mary, sabia que ella tenía la razón, tarde o temprano todos sabrían.
Mire nuevamente la ventana, estaba lloviendo, la lluvia, mi querida amiga, había vuelto y al parecer, para quedarse. Sin darme cuenta una lágrima se asomo por mi mejilla hasta mis labios, pude saborear lo salado. La limpié lo más rápido que pude con la manga de mi polerón.
— Permiso — dije en voz baja y me levanté de la mesa y crucé casi corriendo el casino del colegio en dirección hacía el baño, noté que Mary me seguía pero no le presté atención.
Entré al baño y apoyé mis manos en el lavamanos, mis ojos se humedecieron y en segundos miles de lágrimas caían, me senté en el suelo y abracé mis piernas llorando desesperadamente.
Sentí como la puerta se abría y alguien me abrazaba, sabía quien era, Mary.
No sé cuanto tiempo estuve ahí llorando pero fueron más de cuarenta y cinco minutos, Mary trataba de calmarme pero todo lo que hacía era en vano, yo no dejaba de llorar como una niña pequeña de cinco años.

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Mi mala costumbre de nunca terminar nada, siempre comienzo algo que no tiene final.